Por Ariel Zúñiga.
San Graf,
que moras en el cielo,
cuidándonos de nuestros vecinos,
de nosotros mismos.
No dejes que caigamos en tentación,
que ingresemos en cualquier tribu,
sea rural o suburbana.
No dejes que la experimentación se transforme en vicio,
los juegos con mi hermana en incesto,
las pichangas en mochas,
los piedrazos en vandalismo.
Libranos del flaterío,
de sus jergas y sus piojos.
No dejes que adquiramos su acento,
sus hedores y malas costumbres.
Danos fuerza para denunciar a la policía cada novedad,
aunque nos ignoren,
aunque se burlen de nosotros,
nos digan sapos,
nos apedreen la casa.
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