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martes, 9 de diciembre de 2008

La ciudad y la construcción de significado en el ciudadano actual



Desde los inicios de la humanidad el hombre y su sentido gregario de la existencia han pasado por travesías contadas desde todos los ángulos del conocimiento. Podemos encontrar registros históricos de la conformación de las primeras agrupaciones humanas en postales antiquísimas retratadas en las cuevas de nuestros ancestros, esos primeros homínidos que poblaron el planeta sin imaginar siquiera que algún día contaríamos con diversos canales de comunicación para dar a conocer los colosos arquitectónicos que representan fielmente el estado de avance, o como quiéranlo llamarlo algunos más cercanos a las ciencias: “la evolución social del hombre”.

Pues bien, un coloso arquitectónico, un grupo de éstos, la conformación de las primeras civilizaciones hasta llegar a las grandes orbes de la actualidad, le deben gratitud eterna a ese sentido gregario del hombre. Pero la gratitud no es suficiente, es más en estos momentos no alcanza para comprender desde el punto de vista del sentido lo que significa y las implicancias que posee vivir en una gran ciudad y convivir con millones de sujetos inmersos en la inevitable vorágine postmoderna con la multiplicidad de significados creados a partir de las más diversas necesidades, ya sean propias o influidas por terceros.

La recurrente búsqueda de significado del ser humano a lo que éste ha construido, lo lleva a transitar por parajes que no siempre guardan relación con un concepto físico de ciudad, en primera instancia, aunque debemos aclarar que no todos los habitantes comprenden de manera crítica y juiciosa desde la opinión cívica, que una ciudad representa mucho más que el lugar donde transcurren sus vidas en un periodo de tiempo determinado. Por tanto, nos atrevemos a afirmar, que detrás de todo concepto arquitectónico subyace un concepto ideológico, filosófico y/o pragmático, que antecede a la construcción de ese lugar compartido tanto por poderosos como por ciudadanos comunes.

De lo anterior, podemos anticipar que una cuidad como concepto, cualquiera sea ésta, es una construcción que responde a diversos factores, sean estos políticos, históricos, culturales, económicos, y a la multiplicidad de necesidades manifestadas por sus habitantes, sean éstas explícitas o tácitas. Desde esta perspectiva, la ciudad es un constructo social que responde a un imperativo multicultural de orden mayor, dado que se ha constituido como el lugar ideal donde confluyen maravillosamente todas aquellas ideas que nos caracterizan como la especie creativa por excelencia.

En síntesis y como se mencionó con anterioridad, la ciudad es un constructo social que hace suyos los rasgos de dinamismo, perfectible y proyectable en lapsos de tiempo que incluyen proyectos de corto, mediano y largo plazo, como procesos modernizadores e intencionados hacia objetivos que responden (o que debieran responder) hacia la concreción de un bien común. Sabemos por los registros históricos que ésta ha sufrido cambios a consecuencia de nuestros actos, tal aseveración es aplicable a la mayoría, sino a la totalidad de las culturas actuales. Luego pensar que la cuidad es un coloso estático es un error y está muy lejos lo que hoy cualquier hombre común debiese comprender dentro de su imaginario individual y colectivo como el lugar que cobija sus necesidades y alberga sus esperanzas.

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